Utilidad de las valoraciones

Las valoraciones pueden tener finalidades bien distintas, desde ser un punto de partida para un proceso de adquisición negociada, un reparto de herencia, una finalidad fiscal en la liquidación de impuestos, una compensación de créditos, un proceso de privatización o simplemente poner en valor actual activos adquiridos en el pasado.

Sin embargo, debe quedar claro que una valoración no es una auditoría. Una auditoría de cuentas persigue otorgar una seguridad razonable de que las cuentas anuales de la sociedad auditada representan una imagen fiel de su situación patrimonial y del resultado de sus operaciones en un plazo analizado.

Los procedimientos que aplicar un valorador para realizar la valoración no tienen como objetivo efectuar ningún tipo de comprobación. El valorador parte de unas cifras que presupone como ciertas, estén o no auditadas y sobre las que se construye la valoración. Su trabajo consiste en entender adecuadamente a la empresa y su negocio y descubrir cuáles son los conductores de valor o “value drivers”.

Una valoración no es un diagnóstico de la empresa, ya que no considera todas las áreas de la empresa por sí mismas sino sola aquellas que considere críticas para el proceso de valoración.

Una valoración no supone la elaboración de un plan de negocios detallado. Algunos métodos de valoración, como los Flujos Netos de Caja Descontados, suponen la construcción de proyecciones financieras sobre la evolución futura del negocio y estas deben ser realistas, coherentes y consistentes con la trayectoria histórica de la empresa y con los escenarios futuros de evolución. En algunos casos, las valoraciones se sustentan sobre proyecciones financiera difícilmente consistentes y por lo tanto el punto de partida de la valoración ya es erróneo.